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Una Huerta en las faldas del volcán

Actualizado: 23 may 2023

Lo primero que uno piensa al ver el volcán tan cerca de la huerta, es que hay peligro. Y las advertencias de las instituciones salud y protección civil no ayudan a tranquilizarse. La cercanía de un volcán suele provocar emociones encontradas: por un lado, el éxtasis ante la belleza del paisaje, y por otro el temor ancestral a la furia de los elementos naturales.


Es verdad que las erupciones volcánicas pueden tener efectos devastadores, y sin embargo, como todo en este equilibrio maravilloso que es la Naturaleza, vivir a las faldas de un volcán tiene sus ventajas, particularmente para la agricultura.


Erupciones del volcán

Fotografia tomada en noviembre de 2017

El Popocatépetl tiene entre 5 y 175 exhalaciones diarias [1], la mayoría de las cuales pasan inadvertidas. En su mayoría se tratan de vapor de agua y cantidades ligeras de ceniza, aunque con frecuencia disfrutamos del espectáculo de luz y sonido que provoca el lanzamiento de material incandescente, mismo que hasta el momento no ha superado el diámetro de los 12 kilómetros establecidos como barrera de seguridad establecida por las Autoridades.


Huerta San José se encuentra a poco menos de 23 kilómetros del cráter del volcán (en línea recta), lo que la coloca en un sitio privilegiado para recibir sus beneficios. [2]


La ceniza excesiva, gruesa y caliente puede ser un peligro, tanto en la ciudad como en el campo. En este último, el riesgo consiste básicamente en la quema de plantíos y la obstrucción de las estomas de sus hojas, por donde respiran las plantas y comienza el trabajo de fotosíntesis. Normalmente el viento retira esta acumulación de ceniza, por lo que el daño no suele ser grave.


Otro riesgo se presenta cuando la caída es tan abundante que forma una capa gruesa sobre el suelo (5 mm o más), pues al contacto con el agua este material se convierte en una especie de cemento que impide que el agua, el aire y el sol penetren en la tierra.


Pero la ceniza volcánica contiene minerales importantes que alimentan los cultivos, convirtiéndola en una especie de fertilizante natural. Todos sabemos que el nitrógeno, el potasio y el fósforo son minerales esenciales para las plantas, tanto así que las fórmulas comerciales de fertilizantes suelen contener sólo estos tres elementos. Pero hay muchas otras necesidades alimenticias que estas fórmulas no contienen. Tal es el caso del magnesio, el boro, el manganeso, vanadio y polifeno, entre otros, que se encuentran contenidas en las partículas de ceniza, que permiten a la tierra recuperar elementos que pierde por el uso agrícola. En la liberación de agua de las erupciones, el volcán también aporta moléculas útiles para la agricultura, tales como dióxido de carbono (CO2), dióxido de azufre (SO2), sulfuro de hidrógeno (H2S), cloruro de hidrógeno (HCl), entre otros. Cuando la ceniza contiene azufre y altas concentraciones de calcio puede elevar el PH del suelo y acidificarlo, pero esto es raro y en proporción que realmente no afecta la composición del suelo.


Además, las erupciones liberan pedazos de roca, tales como, potolivine, piroxeno, anfíbol, feldespato, que a su vez son ricas en hierro, magnesio, y potasio. Estas rocas, y las partículas más gruesas de ceniza (se considera ceniza a las partículas menores a 2 mm), al mezclarse con la tierra, le proporcionan una composición que permite tener un suelo más aireado, con lo cual se evita la podredumbre y el ahogamiento derivado de los encharcamientos. La incorporación de material sólido expulsado en una erupción volcánica genera una textura más gruesa en la tierra, lo que significa un incremento en el volumen de agua aprovechable para las plantas.


El tipo y la cantidad de nutrientes que aporta la ceniza depende de la química del magma del volcán que entró en erupción, por lo que en cada zona conviene hacer un análisis de suelo si se quiere tener un cultivo científicamente controlado. Sin embargo hasta hoy la Naturaleza ha probado ser mucho más sabia que todos los científicos juntos.


Agua bajo tierra

Parte del encanto del paisaje consiste en observar los cambios meteorológicos que ocurren en el cono del Popo. Aún en los días más despejados, suele tener alguna nube que lo rodea o lo corona como para señalar que, en su reino, él manda.


El ciclo del agua es tan perfecto en este lugar que podría servir como material didáctico para explicar su funcionamiento en la escuela elemental. Suele amanecer despejado, para mostrarse en todo su esplendor con los primeros rayos del sol. Pero hay que levantarse temprano, porque muy pronto el agua que lo moja se evapora con el calor de la mañana y va formando nubes más o menos espesas, más o menos grandes, más o menos estáticas, dependiendo de la época del año, hasta que en muchas ocasiones lo cubre por completo. Algunos visitantes de la Huerta tuvieron que venir muchas veces antes de creer que el coloso estaba ahí, detrás de la neblina. Si hay vientos suficientemente fuertes, estas nubes se desplazan para regar otras tierras, y en algún momento durante el día nos vuelven a regalar la vista de su majestuosidad. Otras veces permanece cubierto por el vapor que lo protege hasta que el atardecer refleja en él todos los colores del arcoíris en imágenes que, si viéramos pintadas en un cuadro, pensaríamos imposibles. Entonces comienza a bajar la temperatura y el agua de su cobija se condensa, cayendo de nuevo a la tierra, ya sea en forma de lluvia o, si la temperatura es la ideal, en una nieve de blancura impecable. Curiosamente la cima del volcán está nevada con más frecuencia en los meses de verano que en los de invierno, pues la humedad que en el valle se convierte en lluvia, en esas alturas cae en forma de copos de nieve.


Al día siguiente, la historia se repite, aunque nunca igual. No hay dos días iguales en el paisaje del Volcán. Pero el sol sale de nuevo, y derrite la nieve o evapora el agua que ha caído durante la noche.

¿Y a dónde va toda esta agua?


Desde luego una buena parte vuelve a evaporarse para formar las nubes que riegan nuestros cultivos. Ver llover en el campo es una experiencia espiritual. Pero hay otros dos destinos igualmente benéficos para el sagrado líquido. El primero es el crecimiento de arroyos, riachuelos y ríos que nacen en su cumbre, y que se alimentan con el agua que se derrite de la última nevada. Como resultado tenemos en la zona barrancas verdes de increíble diversidad, y pequeñas lagunas, estanques y jagüeyes donde podemos almacenar agua para riego. El segundo destino de esta humedad es más sutil, pero increíblemente útil para nuestros campos. El agua depositada sobre la tierra aparentemente yerma del cono, se trasmina suavemente al subsuelo, y corre por canales subterráneos, humedeciendo la tierra desde abajo, de manera que el intenso sol de la zona no la evapora y permite que alivie la sed de nuestras plantas desde la raíz. Es por eso que, aunque en la superficie la tierra pueda parecer seca, debajo está lo suficientemente húmeda para que la capa vegetal sobreviva. Huerta San José está en ubicado en el municipio de Atlixco, cuya etimología náhuatl significa “Agua bajo la faz de la tierra”.

La sabiduría milenaria tenía conciencia de estos beneficios. Tradicionalmente, y a partir de la observación de la fertilidad de la tierra en las zonas cercanas a los volcanes, los agricultores agregaban ceniza volcánica al suelo en el momento de su preparación para la siembra. En nuestro caso, esta tarea la hace el Popocatépetl.


Altitud

Huerta San José está a una altitud de 1830 metros sobre el nivel del mar. Prácticamente en la misma latitud se encuentran Cuautla, Cuernavaca y Veracruz (entre 18º50’ y 19º N aproximadamente), y sin embargo el clima en estas ciudades es mucho más cálido, simplemente por la diferencia de altitud.

Se dice que en el Valle de Atlixco se da todo, pues goza de un clima espectacular, pero la verdad es que la altura sí importa. En la Huerta hemos intentado cultivos tropicales como el mango, el tamarindo o la piña con resultados francamente pobres. Tampoco hemos tenido mucho éxito con frutales propios de climas más fríos como perales y algunas variedades de manzana. Todos estos árboles prosperaron, pero la verdad es que dieron pocos frutos. Cada planta tiene sus necesidades, pero nuestra ubicación resulta privilegiada para cultivar un sinfín de variedades. Se puede decir que toda la hortaliza crece y produce con satisfacción, así que tenemos ensalada cosechada en casa todos los días. Frutales como la guayaba, el durazno, la granada o el aguacate son felices en este clima.

Pero hemos encontrado que de manera particular la altitud de la Huerta resulta ideal para el cultivo de la lavanda, pues a mayor altura se vería comprometida por el frío, y en menor altitud, las corrientes de aire que quedan atrapadas provocan una concentración de humedad que hace peligrar el contagio de hongos nocivos. En Europa se produce mejor entre los 700 y 1,400 metros de altitud, aunque la calidad de la esencia mejora conforme la altitud aumenta, pero las variedades cultivadas allá son muy diferentes a las nuestras.


Orientación

La Huerta se ubica en la ladera suroriente del Volcán Popocatépetl, casi exactamente a 45º con respecto al cráter del volcán, y presenta una leve inclinación en el terreno que corresponde precisamente con la de éste, de tal forma que recibe sol durante todo el día. Dada su altitud, podríamos padecer más frío, pero precisamente por ella, nos beneficiamos del aire tibio que viene desde el golfo. Esta espléndida exposición solar favorece el crecimiento sano y la floración continua de nuestros cultivos, en particular de la lavanda.


Riesgos del volcán

Como comentábamos al principio de esta nota, después de haber pasado muchos años dormido, el Popocatépetl reinició actividad a finales de 1994. Hacía tantos siglos que no emitía actividad alguna que a los que tenemos cierta edad en la escuela lo señalaban como un ejemplo de glaciar perpetuo en México, pues su cono estaba perennemente cubierto de nieve. Hermoso, pero algo aburrido.


Desde entonces el volcán tiene una actividad continua, emitiendo gases, vapor de agua y ceniza constantemente, formando y destruyendo domos en su cráter y lanzando eventualmente algún material incandescente a distancia moderada. Las autoridades de Protección Civil han prohibido acercarse a su cráter y declarado un radio de 12 kilómetros a partir de éste como zona de riesgo.


Los mayores riesgos derivados de la cercanía del volcán son la caída de ceniza, los balísticos, el flujo de lodo por las laderas y los flujos piroclásticos. Hasta el día de hoy no hemos padecido daños de consideración ni nos hemos sentido en peligro ante su actividad, ni aún en los días de mayor alerta (como sucedió en el mes de marzo de 2019, en que por unos días se cambió el semáforo de alerta de amarillo fase 1 a fase 2).


Somos una comunidad responsable y comprometida con la gente, así que tenemos un protocolo de contingencia ante una eventualidad de la Naturaleza, y nuestros colaboradores la conocen[3]. Hasta hoy, vivir a las faldas del Volcán no nos ha dado más que satisfacciones.

 

Referencias útiles

 

[1] Información de Coordinación General de Protección Civil Estatal (Cgpce) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) [2] Erupción del Volcán Popocatépetl del 24 de noviembre de 2017 visto desde Huerta San José [3] Si te interesa conocer nuestro Plan de Contingencia ante una amenaza del Volcán, comunícate con nosotros a contacto@huertasanjose.mx

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