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No hace falta cavar



La agricultura tradicional prepara el terreno de siembra retirando los restos del cultivo anterior, y después revolviendo lo que queda para enterrar los desechos bajo tierra, esperando el momento de arar de nuevo. Es lo que en el campo llaman “barbechar”. Y los más, más, más tradicionales… ¡queman antes el material vegetal que pueda haber quedado! Viene después el momento de sembrar, para lo cual se remueve el suelo, ya sea haciendo surcos o perforando la tierra, dependiendo de lo que se quiera cultivar.


Ahora bien, si ustedes caminan por el bosque, nunca encontrarán surcos de una especie en particular, ni agujeros para que crezcan las nuevas plantas, ni arados que revuelvan el suelo. La Naturaleza respeta la estructura sobre la que crece, no la perturba, y esto le ha resultado muy bien hasta hoy (o al menos, hasta que llegamos nosotros a pretender cambiarla).



La nueva agricultura busca imitar en lo posible a la Naturaleza. Vamos observando y copiando poco a poco aquello que ella hace mejor que nosotros. No podemos cambiar de la noche a la mañana, pero hay que experimentar. Este año aprendimos una nueva forma de cultivar sin necesidad de excavar el suelo. ¡Fue un descubrimiento maravilloso![1]


Lo primero que hay que decir es que todo se cultiva sobre el suelo sin remover. No importa qué hay debajo, pues este sistema permite ir convirtiendo en alimento aquello que queda enterrado. Voy a tratar de describir en qué consiste el sistema. Fundamentarlo me va a costar más trabajo.





Sobre el terreno a cultivar se coloca primero una capa de cartón que cubra por completo el suelo. Aquí empezamos con una labor ecológica de trascendencia, particularmente en estos tiempos en los que la mayoría de nuestras adquisiciones se realizan a través de comercio electrónico y se reciben en grandes cajas de cartón. Encontrar un uso para ellas es un gran aporte al equilibrio del planeta. Las cajas de cartón, si no se barnizan, están hechas de material biodegradable, que con el tiempo se convierte en composta, o lo que es lo mismo, en sustrato útil para el cultivo. Este cartón tiene la función de oscurecer el suelo y elevar la temperatura, aislando así la materia orgánica que queda debajo, y favoreciendo su descomposición para convertirla en composta.


Sobre esta capa de cartón se delimita el espacio destinado a la siembra. Puede hacerse con cualquier material, pero nosotros preferimos polines de construcción o troncos y ramas gruesas de árboles podados, pues nos dan la altura suficiente. Delimitado el espacio lo llenamos de composta totalmente descompuesta y sin mezclar con arena, tierra o piedra. La buena composta tiene todos los nutrimentos y la estructura ideal para que se desarrollen raíces suficientes y la planta se alimente bien.


Una vez construida la cama, la protegemos con malla sombra para evitar que caigan sobre ella semillas que no queremos que crezcan, o que los pájaros se coman las lombrices que mantienen la descomposición del material orgánico, a la vez que aflojan y airean el sustrato de cultivo. A continuación, sobre esta cama simplemente colocamos las plántulas que obtuvimos en el invernadero o sembramos la semilla de lo que queramos cultivar. Conviene siempre continuar protegiendo los cultivos de plagas y depredadores, pero de esto ya les platicamos antes.


Como el cartón se descompone al contacto con el agua, al llegar las raíces de la planta a él lo irán rompiendo y penetrando en la tierra que está debajo, la cual, para entonces, habrá ido degradando la materia orgánica que contenía, convirtiéndose así en tierra fértil.


El resto es regar hasta que llegue el momento de la cosecha. En el caso de la hortaliza de hoja verde, como la lechuga, la espinaca o la arúgula, no arrancamos la planta de raíz, sino que vamos cortando del rededor únicamente las hojas que vamos a consumir, con lo cual la planta sigue creciendo y produciendo hojas nuevas en el centro, con lo que aseguramos una ensalada fresca y variada para todos los días.



Cuando el cultivo ha terminado, no es necesario remover la tierra ni retirar las raíces que queden en ella. La misma cama de composta puede usarse tres o cuatro veces sin necesidad de esperar entre un cultivo y otro o de alternar cultivos. Al cabo de algún tiempo, basta agregar unos centímetros de composta y la cama seguirá siendo productiva.


Esta forma de sembrar y plantar es mucho más fácil, rápida, eficiente y productiva. Se acabaron las horas de excavar para trasplantar, o de esperar entre cultivo y cultivo. Las hierbas malas que había debajo se irán descomponiendo en la oscuridad y las raíces fuertes de la nueva vida lograrán sostenerse y alimentarse de lo que queda enterrado.


A veces la vida nos ofrece experiencias que dejan cicatriz. Recuerdos de vivencias dolorosas que ni buscamos ni hubiéramos querido vivir. Y pensamos que hay que hurgar en el pasado para encontrar remedio, remover y oler la podredumbre para sanar. Pero hoy la agricultura me enseña que no siempre es necesario excavar. Sí, se puede remover la tierra estéril y perseguir las raíces de la pudrición sin fin, pero también se puede comenzar de nuevo, cultivando vida sobre suelo estéril, si decidimos mirar hacia arriba y volver a empezar.





[1] Si les interesa profundizar en el tema, les recomiendo buscar el sistema NO DIG de Charles Dowding. Hay cientos de tutoriales en Youtube

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