Nos han pedido que hagamos un blog sobre las cactáceas de Huerta San José. Aunque no constituyen las especies más abundantes en ella, por supuesto tenemos nuestro cactario, además de muchas otras suculentas por aquí y por allá, así que atendemos encantadas la petición.
Comenzaremos por decir que no todas las plantas suculentas son cactus. Hay muchas especies que comparten con ellos esta capacidad de almacenar agua y con ello sobrevivir a ambientes particularmente áridos, razón por la cual con frecuencia pensamos que algunas euforbias y agaves pertenecen a la misma familia. Trataremos de aclarar la diferencia.
QUÉ DISTINGUE A LAS CACTÁCEAS.
Para sobrevivir en ambientes secos, muchas plantas desarrollan órganos que se modifican para adaptarse a la pérdida de agua. En algunos casos sus hojas se convierten en espinas, ni bien éstas no son exclusivas de los cactus, ni tienen siempre por función evitar la pérdida de agua. Pero sí son una característica propia de los cactus, de manera que, si tu planta no tiene espinas, sabrás que no es una cactácea. Además de evitar la deshidratación, estas estructuras puntiagudas les ayudan a protegerse de los depredadores.
Otra característica que comparten los cactus con sus semejantes es el tejido parenquimático de sus órganos de reserva: una especie de piel resistente que evita que el agua se evapore, y cuya flexibilidad le permite crecer o encogerse para adaptarse a la cantidad de líquido que retiene. No confundir sin embargo con la piel impermeable de otras suculentas como las siemprevivas, con sus mil nombres románticos.
Las flores de los cactus tampoco son un rasgo exclusivo, si bien las suyas suelen ser de una belleza excepcional, generalmente solitarias y con una disposición en espiral de armonía exquisita. Tener frutos tampoco es algo especial, ni su forma de cápsula o baya, ni su exquisito sabor, aunque no todos los frutos de los cactus son comestibles.
En cambio, una característica muy propia de las cactáceas es la areola, especie de yema, generalmente de otro color, que sobresale del tallo y de donde surgen sus vástagos, sus espinas y sus flores.
Los tallos de los cactus son verdes y engrosados, y de su forma depende una de las clasificaciones más comunes de estas plantas: Las hay de tallo aplanado, con forma de raqueta, como las del nopal (Opuntia indica). Otras tienen un tallo columnar, es decir, de forma cilíndrica, que puede o no tener ramificaciones. El saguaro (Carnegiae gigantea) y los tan representados órganos (Cereus y Pacycereus) son ejemplos de éstos. Y finalmente están aquellas que tienen un tallo esférico o globoso, como la biznaga (Echinocactus grusonii), especie de muy lento crecimiento y en peligro de extinción.
Nopal (Opuntia índica), Cabeza de viejito (Cephalocereus senilis) y Órganos (Cereus Sp)
El cultivo de los cactus es sencillo, si se les proporcionan las condiciones adecuadas. Deben plantarse en un sustrato con muy buen drenaje, pues el exceso de agua es quizá su peor enemigo. Los expertos recomiendan mezclas de arena de río (de diferentes tamaños) con carbón vegetal. En la Huerta los tenemos sobre camas de tezontle rojo, separado de la tierra por una geomembrana oscura que nos ayuda a evitar el crecimiento de otras hierbas y ayuda al drenaje. Requieren muy poco riego y muy espaciado, especialmente en los meses de reposo (otoño e invierno), mismo que debe hacerse directamente al sustrato, evitando mojar el cactus. Necesitan buena luz y aire. Sus mayores enemigos son los hongos la cochinilla algodonosa y las arañuelas.
SUS PRIMAS, LAS EUFORBIAS.
Las euforbiáceas constituyen una familia muy difundida en zonas tropicales, con más de 700 especies, algunas de las cuales se parecen a los cactus. La principal diferencia entre ellas es que sus flores y espinas, si bien son similares, no surgen de una areola sino del tallo, y no son necesariamente solitarias, como en el caso de los cactus.
Hay muchos tipos de euphorbiaceas, y algunas son francamente parecidas a los cactus, por lo que es común encontrarlas clasificadas como tales por error, particularmente en los viveros comerciales.
Es fácil confundir algunas euphorbiaceas con cactus.
SUS VECINOS, LOS AGAVES.
En realidad, los agaves no son parientes de los cactus, pero con frecuencia comparten vecindad, pues sus requisitos climáticos y edáficos (de suelo) son muy similares. Por eso es común que los veamos juntos. Tan habituados estamos a asociarlos que ambos se convierten con frecuencia en símbolos de la identidad mexicana.
Cactus y agaves comparten muchas características comunes: resisten la sequía almacenando agua en órganos diseñados para ello, tienen espinas y producen flores bellas, aunque muy diferentes entre si. Su morfología en cambio es muy distinta. Los agaves se distinguen más por sus hojas, largas, fibrosas, de crecimiento en espiral; sus tallos, en cambio, tan característicos de los cactus, en los agaves son muchas veces imperceptibles o francamente inexistentes. Sus flores crecen desde el centro de la roseta, en espigas largas que les permiten lanzar sus semillas al viento. Algunos de ellos sólo florean una vez en su vida, y mueren después de hacerlo. Sus usos son tan diversos como pueda imaginarse, desde la producción de licores como el tequila, el mezcal o el pulque hasta fibras resistentes que sirven para hacer costales y cuerdas (henequén), o pulpas que todo lo curan como la sábila, incluyendo flores comestibles y vistosas como las de la yucca, a la que rara vez identificamos dentro de este grupo.
Sábila en flor, Agave azul y Yucca silvestre, todas ellas presentes en la Huerta
¿Y LAS CRÁSULAS?
Nada que ver. Se trata de plantas hermosas, resistentes a la sequía gracias a sus hojas gruesas o suculentas, única característica que comparten con los cactus y los agaves. Y sin embargo en los viveros frecuentemente las encontramos en el mismo departamento. Son de fá cultivo y fácil reproducción por lo que son muy populares en jardinería
Entre ellas están las solicitadísimas siemprevivas, el “dedo de niño” (Sedum rubrotinctum), la “uña de señorita” (que también es una siempreviva) y otras muchas con nombres a cual más de creativos. Las incluimos aquí solo porque algunas personas creen que pertenecen al grupo de los cactus o los agaves, y porque comparten esta resiliencia que caracteriza a casi todas las especies mencionadas en este artículo
Las siemprevivas no son cactus ni agaves, pero resisten la sequía gracias a sus hojas suculentas.
PLANTAS RESILIENTES.
Si algo tienen en común todas estas especies es su capacidad para adaptarse a las condiciones adversas del ambiente. Desarrollan una piel gruesa y flexible que les permite almacenar la para tiempos difíciles y espinas que las protegen de los depredadores.
Ésta es la característica común de todas ellas. Ante las dificultades que la vida les depara (en su caso, la falta de agua) desarrollan defensas que les permiten sobrevivir. Mis favoritas son los cactus y los agaves, que no sólo tienen una piel gruesa, sino que convierten sus hojas en espinas o las culminan con ellas, lo que las defiende de sus depredadores. Si bien son típicas de ambientes tristes por áridos, hemos aprendido a encontrar su belleza, tanto exterior como interior. Más de alguno se habrá llevado un pinchazo tratando de plantar cactus o cosechar un nopal.
Me pregunto a cuántos habré espinado en mi paso por la vida, sin intención de lastimar. En estos tiempos áridos, me propongo encontrar la sábila que alivia, la baba de nopal para fijar mis pigmentos o el mezcal festivo tras el paisaje inhóspito que me rodea y que, como yo, sólo pretende sobrevivir protegiendo el sagrado líquido que logra conseguir.