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Las mujeres de Huerta San José

Desde su concepción Huerta San José se ha guiado por una filosofía, una forma de entender y relacionarnos con el mundo en el que vivimos. Si quieres conocer más sobre esta filosofía te invitamos a visitar la sección “NOSOTROS” en nuestra página.[1]


Hoy queremos hacer énfasis en el apartado titulado “Creemos en el ser humano”, donde afirmamos que: Todos los seres humanos son valiosos. Todo lo relacionado con el ser humano es valioso: son valiosos sus sentimientos, sus acciones, sus opiniones, sus diferencias y semejanzas. La persona humana es libre, creativa, trascendente y digna de respeto. No queremos que esto se convierta en palabras plasmadas en un papel y olvidadas en la vida cotidiana. Estamos convencidos de que, si tenemos claro lo que queremos, si lo tenemos siempre presente y buscamos constantemente la manera de acercarnos más a nuestro ideal, iremos construyendo juntos una comunidad en la que se viva con congruencia y deje su huella en quienes entran en contacto con nosotros.


En esta ocasión, aprovechando el movimiento #UnDíaSinMujeres, hicimos un ejercicio de reflexión e intercambio de ideas entre los integrantes del equipo de Huerta San José. La conversación se convirtió en una convivencia riquísima que nos mostró el valor e integridad de todos nuestros colaboradores. Les compartimos sus palabras, con la esperanza de que nuestra experiencia se sume a las muchas voces que claman por un mundo más justo.


Lo que nuestra comunidad dice:


¿El día sin mujeres es sólo por lo de los asesinatos? Porque yo creo que hay muchas formas de tratarnos mal, no solo matándonos.

 

Yo creo que todas las mujeres tenemos al menos una experiencia de abuso y maltrato. Las estadísticas dicen que una de cada tres mujeres padece violencia, pero si preguntamos, casi todas tenemos nuestra historia que contar. Cuando me di cuenta de eso, pude decirlo sin sentirme culpable y me ayudó mucho.

 

A mí lo que no me gusta es que nos pongamos en la posición de víctimas. Sí pasan cosas, pero una puede decidir cómo seguir la vida. La que se siente víctima no puede hacer nada, no es libre, pero si yo dejo de sentirme así me doy cuenta de que puedo ser dueña de mi propia vida.

 

¿Pero cómo curas el daño que te hicieron? Para mí ha sido muy difícil, me ha hecho sentir que no valgo, que estoy podrida, que ya no me merezco tener un hombre que me quiera. Les tengo miedo a todos los hombres.

 

Solo es un juego, no te asustes. Si se lo dices a alguien me voy a enojar, ya no te voy a querer. Tenía tan solo ocho años. Mi corazón aun ingenuo no supo que hacer a pesar del miedo. Fui abusada y nadie me aviso.

 

Después de que me enfermé, todo cambió en mi familia. Fue una oportunidad de que viviéramos esto que se va a hacer ahora, vivir lo que pasa cuando una mujer falta. Yo estaba ahí, pero era como si estuviera ausente porque estaba muy enferma y no podía hacer nada. Toda mi familia se dio cuenta de lo que yo hacía todos los días, me valoraron y cambiaron su actitud. Ahora todos cooperan.

 

Yo trabajo para no depender de nadie. Sí, tengo mi esposo y mis hijas. Tengo a mis papás y a mis hermanos, pero en mi vida mando yo. Para eso trabajo.

 

Yo no me siento menos hombre por hacer cosas en la casa. Yo también cocino y me lavo mi ropa.

 

Cuando voy al mercado sin mi esposa, me ven raro, como diciendo “lo dejó la mujer o es p…”. Pero no me importa, porque yo sé que hago el mandado porque quiero y porque puedo. Aunque sí se siente feo que lo vean a uno así.

 

No va a servir de nada. El martes las van a seguir matando y maltratando. Para que nos diéramos cuenta de qué pasa si no están habían de castigarnos al menos una semana. Con un día no pasa nada.

 

Yo no sé si ahora hay más maltrato, más violencia, o si sólo ahora nos estamos enterando por lo que dicen los medios. Pero al menos esto nos sirve para ponernos a pensar.

 

He estado pensando en cómo educo a mi hijo. Es un niño, pero ya podría ir aprendiendo que ayudar en la casa no está mal. Si yo le hago todo hoy, mañana, cuando tenga su esposa, también va a querer que lo atienda.

 

He estado pensando cómo le vamos a hacer ese día. Yo tengo dos hijos hombres y una hija mujer que está chiquita. Su mamá ya no está con nosotros, pero normalmente me ayuda mi suegra a cuidarlos. ¿Cómo le voy a hacer el lunes? Mis hijos se van a ir a la escuela y yo tengo que trabajar. Pero mi niña no va a ir ¿La va a cuidar su abuelita? Yo sé que si se lo pido lo va a hacer con mucho gusto, pero no se trata de eso. Se trata justo de que nos imagináramos qué haríamos si ella no estuviera. Todavía no sé qué voy a hacer. Me voy a sentar a hablar con mis hijos.

 

A mí me costó mucho trabajo aceptar que me mandara una mujer. En el campo no es así, pero aquí la jefa es la señora, y eso me costaba trabajo. Ahora veo que todos podemos hacer de todo.

 

A mí sí me gusta ayudarle a mi mamá con la casa, pero lo tengo que hacer a escondidas de mi papá, porque si me ve me regaña, me dice que si no soy hombre.

 

Mi papá les dio todas las tierras a mis hermanos. Yo le dije, oiga papá, ¿por qué a mi no me tocó también? Me dijo “porque usted es vieja, las viejas no trabajan en el campo”. Luego mis hermanos se fueron al otro lado y ahora trabajo las tierras yo solita… ¡y me dan más que a ellos! (¡Qué lástima que no podemos reproducir aquí la risa que esto le causa!) Yo creo que es porque les hablo bonito.

 

Con todo lo que están diciendo ahora me doy cuenta de que con las palabras también se puede ser violento, maltratar, lastimar. Pero ya no me voy a dejar.

 

Me gusta venir a trabajar porque aquí me siento segura. Sé que nos vamos a ayudar entre nosotras y que los hombres nos van a respetar.

 

Pero no se crea que en sus casas son igual que aquí… ¡muchos siguen siendo bien machos!

 

Yo veo que algunos hombres empiezan a cambiar con nosotras un poquito, pero hay unos que ya no van a cambiar. A las personas mayores les cuesta más trabajo, aprendieron que para ser hombre hay que tener una vieja. Dicen “tener”, porque es como si la hubieran comprado. Y que se note que es de ellos, que lo obedecen, que él la puede tratar como quiera. Les da mucho miedo que les digan que son poco hombres. ¿Pero qué es ser muy hombre?

 

Cuando voy a jugar y les digo a mis amigos que ya me voy, se burlan de mí. Me dicen mandilón, me preguntan que si le tengo miedo a mi vieja, que quién manda en mi casa. Yo antes les contestaba, pero ahora ya sólo me voy.

 

A lo que más le tenemos miedo los hombres es a que nos digan maricones, por eso tenemos que ser rudos. Pero yo digo ¿Y qué si somos? Lo que pasa es que antes lo peor que le podía pasar a una familia era que un hijo le saliera maricón, pero ahora ya sabemos que no tiene nada de malo.


Huerta San José es una comunidad dentro de otras muchas comunidades. Aquí convivimos hombres y mujeres interesados en buscar la armonía entre nosotros y con el mundo en que habitamos. Ahora que están de moda las pandemias, contagiemos también esa riqueza que todos llevamos dentro.


 
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