top of page

La rutina



El cultivo… de lo que sea… tiene diferentes etapas. Dependiendo del método que se siga y lo sistemático que sea uno, puede incluir más o menos fases, pero en general pasas por el mismo proceso: Lo primero es la planeación. ¿Qué queremos sembrar en esta temporada? Esta decisión depende de muchos factores: la disponibilidad de recursos como el espacio, las semillas, el agua y hasta el antojo. “Hace mucho que no sembramos sandía”, dice el paladar, y ahí va uno.


Luego sigue la preparación, no solo de la tierra, sino de los insumos. Se barbecha el terreno, o se limpian contenedores; se consigue la semilla, se repara el sistema de riego o se compran nuevas regaderas… La experiencia de este año en la Huerta implicó acondicionar el invernadero, limpiar la herramienta, acarrear la composta que se ha venido preparando durante meses, adquirir charolas de germinación, almácigos y semillas…


Viene finalmente el momento de sembrar. Llenamos los contenedores con la composta, hacemos letreritos que nos permitan recordar qué hay en cada charola, colocamos la semilla, la regamos, registramos el proceso… Cada día es diferente. Mientras vamos sembrando nuevos cultivos, los primeros empiezan a germinar y crecer. Vamos minuciosamente tomando nota de cada uno de los pasos, para que el ejercicio nos sirva realmente de aprendizaje. Todos los días regamos lo sembrado con diferente método, según el tiempo y momento de desarrollo; preparamos nueva siembra, anotamos el proceso, cambiamos las charolas para que reciban la luz que les corresponde según su edad… cuando las plántulas alcanzan cierto tamaño, comienza el aclareo, es decir, retiramos el exceso de brotes, como ya lo hemos platicado. Hasta que llega el momento del trasplante. Entonces llevamos los almácigos a la zona de hortaliza y los colocamos en su cama de cultivo correspondiente. Regamos abundantemente y observamos su adaptación.



Hay un momento en que todo este trabajo, que es retador y muy variado, se convierte en una rutina diaria no tan divertida. Regar, retirar las malas hierbas, quitar las hojas que se marchitan, cosechar la ensalada del día, y no mucho más. Consume tiempo, desde luego, pero aporta poca novedad. Día tras día lo mismo, sin dejar uno solo, sin domingos y fiestas de guardar, pues la tierra no sabe de calendarios humanos y si la descuidamos todo el trabajo anterior se puede ir a… la basura.



Para quienes somos inquietos, la rutina resulta un poco aburrida. Y en tiempos de pandemia se pone peor, porque el aislamiento impide otras actividades que levanten el espíritu. ¡Cómo se extraña la convivencia con la familia y los amigos! La repetición constante de las mismas actividades deja espacio para que la mente traviesa se ponga a elucubrar, y eso no siempre es bueno, así que, para evitar el daño irreparable a mi estabilidad emocional, le pedí a mi cabeza que encontrara un sentido a esta monotonía, y como siempre, comenzó por el diccionario.


“Rutina: Costumbre o hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y de manera más o menos automática. Secuencia invariable de instrucciones que forman un programa y se puede utilizar repetidamente”. ¡Me quise suicidar! Busqué entonces otro camino, y me encontré con la raíz etimológica: “…del francés routine, donde route significa ruta, y por consiguiente camino…” Mi alma comenzó a recobrar la paz.


Rutina viene de ruta, es decir, el camino para llegar de un punto a otro. Si queremos lograr algo, si queremos llegar a algún lugar, necesitamos mantenernos en la ruta correcta. Bien dicen los matemáticos que la distancia más breve entre dos puntos es la línea recta. Así pues, para alcanzar un objetivo es necesario definir una trayectoria, una ruta… adquirir una rutina. Ver la meta me ayudó a darle sentido a esta rutina, pero además, me recordó los largos trayectos en coche durante la infancia. Vivíamos lejos del resto del mundo, pero para entretenernos, mis padres nos retaban a contar los coches amarillos, los árboles de cincuenta hojas, los anuncios que contuvieran la letra “v”… A lo largo de la ruta hay maneras de distraerse, de encontrar pequeñas diferencias, de disfrutar el paisaje.



De aquí a la cosecha, y “hasta que todo esto pase”, los días se parecerán mucho entre sí, la variedad será poca y la tarea rutinaria. Es todo un reto para la creatividad y la iniciativa. Habrá que encontrar las pequeñas desviaciones y paradas en el camino para comprar una paleta helada o tomar una fotografía del paisaje, siempre teniendo en mente que la repetición nos permite llegar a una meta. La rutina al menos nos proporciona algo de certidumbre en estos tiempos tan inciertos. Así que… ¡Bienvenido el “pan con lo mismo”!





88 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page