En esta ocasión toca hacer un homenaje a la flor estrella de la temporada. La nochebuena se ha convertido en el símbolo universal de la Navidad, y por ello fácilmente se nos olvida que su origen es mexicanísimo. ¡Son tantas las cosas que México le regala al mundo! La historia puede explicarlo un poco.
Esta belleza navideña es endémica de México, y más específicamente de los estados de Guerrero y Morelos. Los aztecas la llamaban cuetlaxóchitl, que significa “flor de cuero”, por el color que tiene la piel recién desprendida. Durante la época colonial las iglesias se adornaban con ella en Navidad, por lo que los españoles la rebautizaron como “Flor de Pascua”. Sin embargo, como en tantos otros asuntos, tuvo que ser un extranjero el que le diera renombre internacional. Resulta que, a principios de la vida independiente de nuestro país, cuando aún no se usaban los embajadores, Estados Unidos envió a México a un biólogo como “ministro plenipotenciario” para que representara acá sus intereses. Su nombre era Joel R Poinsett, y su historia política no viene a cuento, pero, siendo un naturalista muy típico del siglo XIX, aprovechó el viaje y solicitó unirse a una expedición que recorrería la ruta que Humboldt había seguido unos años antes. En este paseo, el señor Poinsett se encontró una flor que cautivó su corazón y decidió llevarla consigo a su casa en Charleston, Carolina del Sur. De paso, para no verse mal, dejó también un ejemplar en el Jardín Botánico de Bartram, en la ciudad de Filadelfia, que era desde el siglo XVIII uno de los más importantes del continente americano. De aquí al estrellato, a nuestra flor no le tomó gran esfuerzo. La emblemática planta, que ya se llamaba Nochebuena en México y era conocida por los científicos como Euphorbia pulcherrima, cambió su nombre por el de Ponsettia pulcherrima en honor a quien la universalizó, y hoy es conocida en el mundo anglosajón como ponsetia.
Habitualmente compramos nochebuenas en maceta para adornar nuestras casas en esta temporada y la desechamos pasando las fiestas, porque nos parece que han muerto o no sabemos qué hacer con ellas. El año pasado se comercializaron casi 20 millones de macetas con nochebuena; este año, con las cosas como están, no sabemos qué pasará, pero los invernaderos están ya preparados para su distribución. ¡Corran a comprar una! … o varias, y ayuden a mantener la economía de sus cultivadores.
Además de su encanto, la nochebuena tiene sus curiosidades y secretos. Para empezar, lo que pensamos que es una flor roja es un engaño total. La verdadera flor de la nochebuena se encuentra dentro de esos globitos verdes o amarillos que tienen en el centro las coronas rojas. Se trata de unas estructuras diminutas llamadas ciatos, exclusivas de la familia de las euphorbiaceas, a la cual pertenece la nochebuena. Lo que parecen pétalos son en realidad hojas que cambian de color en la época reproductiva (de noviembre a enero), llamadas brácteas. Su función es proteger a estos ciatos, en cuyo interior se encuentra presente una flor femenina, rodeada de flores masculinas.
Otro secreto de esta planta consiste en sus propiedades, altamente ignoradas pues nos gana su función ornamental. Las hojas y el látex de la flor se usan para muchos tratamientos dérmicos y estomacales, así como para tratar “malestares femeninos”, aunque también pueden ser tóxicas, causando irritación en la boca y el estómago, vómito y diarrea si se ingieren. O sea, mejor no las prueben.
El hábito de desecharla anualmente es una mala idea, pues se trata de una especie perenne que sigue creciendo por mucho tiempo y sin demandar demasiada atención. Acá en mi pueblo los muros exteriores están permanentemente adornados con ejemplares que llegan a medir hasta cinco metros de altura aunque, si se le poda anualmente, puede reproducirse con facilidad y mantener el tamaño que nos convenga.
Siendo tan adaptable como es, la nochebuena puede estar dentro o fuera de casa, siempre y cuando tenga abundante luz indirecta, pero no sol directo, pues esto la hace perder su color rojo navideño, que es generalmente la razón por la que la adquirimos. Después de matar varios ejemplares, descubrí que necesita aire, pero las ráfagas de viento helado la dañan, así como el exceso de agua, que provoca que su raíz se pudra. El secreto está en regarla sólo cuando la tierra está a punto de secarse por completo, evitando mojar sus hojas y brácteas, pues le quedarán unas manchas que no van bien con la decoración.
Hacia fines de enero (puede ser antes o después) empieza a perder las hojas y muchos pensamos que ha llegado la hora de tirarlas a la basura. ¡No la deseches! Por aquí se acostumbra trasplantarlas al jardín, con riego reducido, donde crecen divinamente junto a un muro que les proporcione algo de sombra. En febrero o marzo), cuando ha perdido casi todas las hojas, la llevamos a su destino. Es el momento de darle una buena poda, es decir, reducirla más o menos a la mitad de su tamaño, dependiendo de la estatura que tiene y de lo que queremos hacer con ella. Digamos que la severidad de la poda va al gusto del consumidor. A lo largo del año irán surgiendo nuevos retoños que le devolverán la vida casi como un milagro.
En el mes de mayo se puede reproducir mediante esquejes que se obtienen cortando algunas ramas de unos 15 o 20 centímetros. También aquí aprendimos a fuerza de equivocarnos. En primer lugar, las ramitas no deben medir menos de 10 centímetros, y no deben tener ápice, y mucho menos flor. Hay que hacer el corte en diagonal y de una sola vez, para no lastimarla. Y no debemos dejarla secar. Conviene ponerla inmediatamente en un recipiente con agua en el fondo (un vaso, un florero, el vasito del yogurt…), y mantenerla así durante unas cuatro semanas, sin que se seque, ni pase frío, ni le dé el sol directo, hasta que tenga raíz suficiente para trasplantarla. Entonces las pasamos a macetas con tierra preparada, y la consentimos durante el verano con riego suficiente, sin ahogarla, y en un lugar iluminado (cerca de una ventana parece ser el sitio ideal).
El ingenio y dedicación de los cultivadores ha desarrollado nochebuenas de todas las presentaciones, logrando colores espectaculares y variados en sus brácteas, con lo que las posibilidades decorativas se amplían. Atlixco de las Flores es uno de los principales centros de cultivo de esta especie, y los viveros están ya llenos de ejemplares de todos los tamaños y presentaciones. Un espectáculo que vale la pena disfrutar.
Este año decidimos decorar la casa en un estilo navideño mucho más mexicano. En lugar de un pino con esferas, hicimos un “árbol” de nochebuenas que nos dio todo el espíritu que nos estaba haciendo falta. Aquí y allá agregamos algunas ramas de romero, que estimula la mente y nos mantiene alertas. Después pusimos una mesa larga, larga, larga, en la que, con sanísima distancia, (exagerada, quizá) convivimos con un grupo reducido de la Comunidad de San José, y nos reiteramos el compromiso de querernos, cuidarnos y acompañarnos mutuamente, porque hay cosas que esta pandemia no puede quitarnos: los cariños, las esperanzas, las sonrisas… y las nochebuenas.