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Febrero, mes de la renovación




Febrero es un mes lleno de dichos y tradiciones. Por estos hemisferios, inicia con tamales y chocolate, un pretexto más para reunirnos e ingerir carbohidratos. Tratándose de fiesta, cualquier pretexto vale. Pero es también el mes de los ventarrones, del amor, de despedir a los viejos… Una mezcla de celebraciones que nos hacen reflexionar.



Comencemos por los tamales. “Oficialmente”, según a qué código te adhieras, el 2 de febrero es el día de la Candelaria. Encontramos el origen en la tradición cristiana, según la cual, pasada la cuarentena, es decir, los cuarenta días después del nacimiento de Jesús, su madre debía presentarse en el templo para purificarse, ritual que incluía una ofrenda de velas (candelas), después de lo cual podía volver a tener vida social. La que se permitía a las mujeres de entonces, por supuesto. De ahí sigue toda una evolución que no viene a cuento, pero el caso es que en algún momento se relaciona esto con la visita de los reyes magos (la Epifanía), que se celebra con un “roscón” a la que algún travieso le enterró un niño de porcelana para sorpresa de los dientes de un inocente. Cuando la tradición llega a América, se encuentra, como todo lo demás, con una celebración similar, aunque con un tema enteramente diferente: febrero era el tiempo de preparación para el nuevo año (tenían un calendario más inteligente que el nuestro). Acá lo que se celebraba era la labor de Ehécatl, que soplaba fuertes vientos sobre la tierra seca para purificarla, en preparación para la próxima cosecha[1]. Tras un ritual algo macabro, ofrecían maíz y cacao a los dioses. Claro, lo ofrecían, pero también se lo comían, convertido en chocolate y tamal. Cuando llegaron los frailes, unieron las dos tradiciones, como lo hicieron con todas las demás, y los mexicanos le fuimos poniendo ese sabor tan nuestro, tan barroco, que lo convirtió en una reunión familiar para cumplir con una promesa hecha cuatro semanas antes. Lo interesante aquí es que ambos orígenes hacen referencia a una purificación. Es algo así como bañarse y quedar limpio antes de ir a la fiesta, dejar ir lo que ya no sirve y prepararse para lo nuevo.



Febrero es también el mes del amor, aunque creo que a San Valentín se le quitaría lo santo si viera lo que hemos hecho con su fiesta. Pero para el tema que nos ocupa, veamos lo que esto puede significar. En México decimos que es el día de los novios, es decir, de los enamorados, los que quieren estar siempre juntos… de lo cual sigue por lo general, nueve meses después, una nueva vida. La nueva vida es la máxima manifestación del amor, y no me refiero sólo a lo que están pensando, sino a todas las formas de amor y todas las formas de vida. Cualquiera que pase por Huerta San José puede observar cómo la vida brota por todos lados y sentir que esto es el producto de mucho amor.




Pero también está por ahí un dicho que en la juventud decimos sin conciencia, y conforme avanzamos en edad vamos temiendo: “Enero y febrero, desviejadero”. Los dichos son la expresión de la sabiduría popular: vox populi, vox Dei[2]. En efecto, la estadística corrobora que en estos meses se incrementa el número de fallecimientos entre la población de personas mayores. Hay explicaciones lógicas para esto, pero por razonable que nos parezca, cada pérdida duele, y recientemente se acumulan los dolores. Sin embargo, es ley de vida: los ciclos existen, comienzan y se cierran. Algunos tenemos que irnos, para que otros puedan venir a renovar la vida. También la especie humana necesita renovarse.



En fin, que sea con tamales, ventarrones, baños de purificación, velas o velorios, febrero es un buen momento para dar la bienvenida a la nueva vida, lo que significa dejar ir lo de antes, permitir que el viento barra el polvo viejo. Despedimos con tristeza a los que se van, y conforme nos vamos acercando a cierta edad, vale la pena darnos cuenta de que quizá llegó el momento de que las nuevas generaciones vengan a enseñorear la tierra.


¡Jóvenes del mundo, uníos! El futuro es de ustedes.


[1] Hace un par de años publicamos un blog con el tema. Te dejo el link, por si lo quieres recordar. https://www.huertasanjose.mx/post/el-dios-del-viento-y-el-cambio-de-piel [2] Expresión latina que significa “La voz del pueblo es la voz de Dios”. Nada que ver con la moda populista. El dicho es más anciano que todas las ideologías.



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