Por Patricia Betancourt
Cuando hablamos de La Tierra en su conjunto, nos referimos a ese astro pequeño y azul del Sistema Solar escondido entre la vastedad del universo. El que a su vez está conformado por una serie de pedazos de tierra de diversos tamaños, texturas, formas y colores. En general unidos entre sí y en otras ocasiones aislados, e incluso los encontramos cubiertos por el agua. Pedazos de tierra a los que también solemos llamar, suelos. El suelo es la capa sólida y dinámica de la superficie de la Tierra que está compuesto principalmente por minerales y por materia orgánica, y es el que da soporte para que se desarrolle la vida, en primera instancia la del Reino Vegetal que es el primer eslabón de la cadena alimenticia de todos los seres vivos ya que son los primeros productores de alimento. Donde las plantas son esos organismos autótrofos que se nutren del suelo y que poseen la capacidad para transformar la luz del Sol, a través de la fotosíntesis, en energía; la que posteriormente es vital en el desarrollo de las funciones fisiológicas de todo ser viviente.
A través de la historia de la humanidad dentro de diversas mitologías se ha venerado a la tierra, es decir al suelo, asociando a ésta misma con deidades femeninas, desde Astarté y Demeter hasta Coatlicue, madres creadoras y protectoras, de la fertilidad del suelo y de las cosechas, y del amor o la fecundidad. Siempre se ha considerado al suelo como un enlace de vida.
Si bien, desde el punto de vista de la Edafología, la ciencia que estudia a los suelos, no todos son aptos para un buen desarrollo de plantas y cultivos. A partir de los años 70’s la FAO y la UNESCO elaboraron un mapa y una Clasificación Mundial de Suelos que fue ampliamente difundida y sumamente utilizada; hoy en día La Unión Internacional de las Ciencias del Suelo (IUSS) ha editado la clasificación más reciente de suelos conocida como la Base referencial mundial del recurso suelo (World Reference Base for Soil Resources, WRB) donde podemos encontrar una gran variedad de ellos puesto que el suelo se forma a partir de la intemperización de la roca madre y evoluciona bajo la presencia de diversos factores como son el clima, la latitud, la topografía, la composición química y la presencia de seres vivos. De manera muy general, sumamente sencilla y a grandes rasgos podemos hablar de suelos lateríticos en bosques tropicales y selvas, suelos arenosoles con alto contenido de minerales en zonas desérticas, suelos aluviales o fluvisoles a orilla de ríos o bien con materiales acarreados y depositados por los mismos, suelos negros o chernozen en las vertientes de las montañas y son ricos en humus, y andosoles que son ricos en material volcánico como las cenizas.
Dentro de los mejores suelos para cultivos están los podzólicos de praderas con clima templado y presencia de lluvias. Asimismo hay que remarcar que los suelos se ven afectados por la mecánica de los procesos erosivos, por otros fenómenos naturales y por los mismos seres vivos; sobre todo por la presencia del ser humano que en mucho de los casos ha cambiado el uso del suelo original y tristemente vemos como día a día crece la degradación del mismo por prácticas equivocadas que han provocado efectos adversos a la biodiversidad y a los ecosistemas. Escenario que, de seguir así, la humanidad lamentará terriblemente.
Afortunadamente, también existen instituciones, organismos, comunidades y personas que no sólo comprenden la gran importancia del suelo, sino que también lo respetan, aman y conservan como lo hicieron nuestros ancestros al venerarlo como sustento, dador y sostén de vida. Un ejemplo lo tenemos en un rinconcito de México en un lugar que es conocido como, Huerta San José, la que es custodiada por el imponente y esplendoroso Popocatépetl, localizada dentro de la comunidad de Tenextepec en el municipio de Atlixco Puebla.
El proyecto de dicha huerta tuvo su origen hace varios años como un sueño y un anhelo de sus propietarios, quienes percibieron en un terreno yermo el potencial que tenía escondido puesto que poseía un privilegiado clima templado, “el mejor clima del mundo” según sus pobladores, suelos ricos al ser de origen fluvial y contener material volcánico, y como broche de oro la presencia de agua limpia y cristalina proveniente de los escurrimientos de la Sierra Nevada. Fue así que poco a poco con esfuerzo, paciencia y dedicación trazaron el terreno, barbecharon, sembraron semillas de hortalizas y de ornato, otras de frutales y de diferentes especies arbóreas. Con el tiempo aquella huerta no sólo creció esplendorosa y con una serie de árboles que hoy en día se muestran majestuosos, sino que también se elaboran diferentes productos a partir de la recolección de las flores de lavanda que son el elemento más representativo de la huerta. Al mismo tiempo que sus fundadores se instruyen sobre prácticas sustentables, se avocan a introducir especies endémicas del lugar para salvaguardarlas y de igual manera, con un compromiso de solidaridad, han hecho partícipes a gente de la comunidad para colaborar en Huerta San José, ofreciéndoles además de capacitación una buena fuente de trabajo cordial, respetuosa y en armonía entre ellos mismos y con la naturaleza.
Recordando a Wang Lung, el personaje de la novela, La Buena tierra, “De la tierra salimos y a la tierra hemos de ir, y si sabéis conservar vuestra tierra, podréis vivir”. Así, el amar a la tierra, ya sea que se cuente con un gran predio o un jardín pequeño o quizás hasta un pedacito dentro de alguna maceta, no sólo es por el sustento que nos brinda y los frutos que ella nos da proporcionándonos belleza y alegría, sino porque es la conexión con lo que somos, es el lazo que nos une a la enorme, hermosa e increíble biodiversidad de la cual formamos parte y donde debemos tener bien puestos los pies sobre la tierra para conocerla, amarla, protegerla y conservarla; como nos los muestra toda la gente que amorosamente labora día a día en ese pequeño paraíso de suelo que es, Huerta San José.
Patricia Betancourt es Geógrafa y escritora, autora del libro Cuando lleguen los tordos. (Par Tres Editores, 2017) y ha dejado huella en Huerta San José, entre otras muchas cosas, aportando su sabiduría, su ciencia y su arte a nuestra comunicación.
FUENTES:
* Pearl S. Buck. La Buena Tierra. (1998) Ed. Época. México.
* Base Referencial Mundial del recurso suelo
* 5 razones por las que el suelo es clave para el futuro sostenible del planeta http://www.fao.org/sustainable-development-goals/news/detail-news/es/c/277124/
* Prontuario de información geográfica de Atlixco http://www3.inegi.org.mx/contenidos/app/mexicocifras/datos_geograficos/21/21019.pdf