¿Quién dice cuándo termina el año? Porque para la Naturaleza el 31 de diciembre y el primero de enero no significan nada. Nada cambia de un día para el otro. Todo está en nuestra cabeza. Hace sentido pensar que el invierno es el fin de un ciclo anual, pero esta estación está apenas comenzando. Entonces, como siempre, me puse a investigar.
Aquí les va:
Resulta que hace más o menos dos mil ciento cincuenta años, minutos más, minutos menos, hubo un desacuerdo entre romanos e ibéricos. Es increíble como casi todas las cosas absurdas empiezan por un desacuerdo, pero más increíble aún que sigamos rigiéndonos por un pleito local que sucedió hace más de veintidós siglos. En un pequeño pueblo que ya ni existe, cerca de Calatayud, hoy España y entonces sólo territorio celta, a los pobladores no les gustó la idea de que los romanos hubieran tomado los territorios de la ciudad, y decidieron expandir sus murallas. Digamos que el juego se llamaba “a ver quién se agandalla más tierra”. Pero resulta que veinte años antes, después de una guerra, por supuesto, estos dos bandos habían firmado un acuerdo, y los romanos lo tomaron a mal que los celtas iberos no lo respetaran. El problema era que no había una autoridad competente que reuniera el ejército necesario para castigar a los considerados transgresores, y las siguientes elecciones se llevarían a cabo hasta el final de ESE AÑO, que correspondería a lo que en nuestro calendario es el 15 de marzo. Tenía sentido que el año terminara con el fin del invierno, y así lo venían haciendo, pero la política manda, y hacía falta un cónsul para atender el asunto. ¿Cuál fue la solución de los romanos? Simple: adelantaron el fin de año para el 31 de diciembre (que no sé cómo se llamaría entonces) y con eso pudieron cumplir con los requisitos burocráticos necesarios para meter en cintura a los rebeldes.
Desde entonces, aunque usted no lo crea, Occidente celebra el inicio del año el 1 de enero. Vino luego Julio César y diseñó su propio calendario, el conocido como Calendario Juliano. ¿Cómo le pondremos al primer mes? Se preguntó el César. Se le ocurrió entonces nombrarlo en honor a Jano, un dios que tenía dos cabezas, una que miraba al frente y otra atrás. ¡Qué buena idea!, pensó; La que ve hacia atrás mira el pasado y la otra el futuro. Será el dios del nuevo año. Así que el primer mes se llamo… January, Janvier, Janeiro… o enero, porque a los españoles eso de los idiomas extranjeros no se les ha dado nunca bien. Fue hasta el siglo XX que el primero de enero se convirtió en una fecha de carácter universal, aunque muchas culturas conservan su tradición anterior, con su respectiva fiesta, por supuesto. Así tenemos el año nuevo judío, el año nuevo chino, el islámico, el vietnamita y muchos otros de los que no tenemos ni idea.
La fecha da igual. Ya tenemos muchos siglos pensando que en diciembre acaba el año; ya nos acostumbramos, creamos nuestros rituales e inventamos nuestras creencias, y tenemos una gran necesidad de dar por terminado un periodo que ha sido tan difícil para todos. Pero el invierno tiene aún por delante muchos días, la luz retornará a su tiempo, pero aún hay que esperar.
Los días son más cortos, afuera hace frío y las ramas de los árboles están desnudas. Es el ambiente propicio para refugiarnos en la intimidad y reflexionar. Toca revisar el pasado, revalorar lo que tenemos, desechar lo que ya no sirve, tener presentes a los quereres pasados y presentes, despedirse y llorar. Sólo entonces estaremos listos para cerrar un ciclo más y comenzar de nuevo, para reinventarnos, renacer a una nueva realidad y crear el mundo en el que queremos vivir.