Como en las series televisivas que están tan de moda, hoy voy a comenzar con un “…en el capítulo anterior…”
Hablábamos de la importancia de dormir bien para mantener la salud. Y que dos hormonas son las encargadas de regular los ciclos de sueño y vigilia: el cortisol y la melatonina. Dijimos también que la producción de estas hormonas depende tanto de factores internos como externos, y nos centramos en el estrés de la vida cotidiana como uno de estos factores que llamaremos exógenos, para que parezca que sabemos más. ¿Se acuerdan del león a media calle? Hasta aquí el resumen del capítulo anterior. Comencemos con el “episodio 2”.
Además de las demandas de la vida hay otros factores exógenos que provocan la producción de hormonas. Uno importante, importantísimo, es la alternancia del día y la noche. Más específicamente, de la luz y la oscuridad. La luz solar nos ayuda a producir cortisol, que ya quedamos que enciende la máquina. Conforme esta hormona se “gasta” a lo largo del día, y la luz va disminuyendo, producimos la melatonina que necesitamos para dormir.
Los científicos de la ilustración y siglos posteriores, con la maravilla de conocimiento que aportaron a la humanidad, le dieron en la torre a este equilibrio que la naturaleza tenía tan dominado desde que Dios creó el mundo. Con el descubrimiento de la electricidad y el infinito de inventos que permiten prolongar la luz del día, nuestro botón de on/off se descompuso. Hace mucho ya que se habla del “reloj biológico” para referirse a aquellas funciones del cuerpo que están relacionadas con el paso del tiempo. Así por ejemplo, el ciclo menstrual dura lo mismo que el lunar, hay una edad ideal para la procreación, el paso de los años tiene que ver con el deterioro de ciertas funciones y las estaciones afectan nuestros estados de ánimo. Entre estos ritmos biológicos se encuentran los ciclos circadianos, que tienen una duración de 24 horas, y están relacionados precisamente con el día y la noche (la palabra latina circa significa “alrededor de”, es decir que circadiano quiere en torno al día). Lo de las 24 horas es un invento humano, una convención para llevar registro del paso del tiempo. Podríamos haber dividido el día en 10 secciones o en 100, pero lo dividimos en 24, a saber por qué. Lo que no es decisión del hombre es que haya día y noche, y hay cosas en nuestra vida que tienen que ver con eso, nos guste o no.
La oscuridad, entonces, es uno de esos factores exógenos que afectan nuestra producción de hormonas, y en el caso concreto que nos ocupa, nos ayudan a dormir. Simplificando un poco, la glándula pineal se da cuenta de que ya no hay luz y se pone a producir melatonina, la cual a su vez estimula la producción de seratonina, dopamina y demás. Cuando es cerebro sigue percibiendo luz, no se entera de que ha llegado la hora de cambiar de cazuela y cocinar algo diferente a lo que produce de día. Para las personas que padecen ciertos tipos de ceguera, por ejemplo, este es un problema común, sus ciclos circadianos se ven alterados por su incapacidad para percibir la luz. Las personas que viven cerca de los polos padecen también trastornos del sueño, debido a que durante el verano prácticamente no tienen noches.
Nosotros alteramos estos ciclos naturales de luz y oscuridad con aparatitos que nos son de gran utilidad pero que no nos dejan descansar. Encendemos los focos, vemos la tele, pasamos horas frente a la computadora, el teléfono o la tableta… Y esta disponibilidad de luz afecta también a otro factor relacionado con la capacidad de dormir, que es la de “apagar el cerebro”. Es decir, disminuir el nivel de alerta, dejar de poner atención, de pensar en asuntos complejos y prepararnos para el descanso. El atardecer es, además de bello, un anuncio de que ha llegado la hora de bajar la cortina. Nos prepara para terminar el día, nos avisa que ha llegado la hora de descansar para recuperar la energía. Y la noche es para dormir. Antes de la luz eléctrica, la vida se acababa temprano. Desde luego que había actividades a la luz de la vela, pero eran limitadas, no sólo porque la iluminación era insuficiente, sino porque la vela duraba poco y la cera era cara. Hoy en cambio, nos sentimos orgullosos de nuestras ciudades que “nunca duermen”. Una noche de fiesta puede ser muy divertida, pero el cerebro necesita de oscuridad para producir melatonina, y si lo privamos permanentemente de ella, el equilibrio se pierde.
Los factores internos (endógenos) del equilibrio hormonal son complejísimos y muy delicados. Sólo pregunten a cualquier endocrinólogo cuánto tiempo le llevó adquirir la especialidad, y comprenderán que éste no es el espacio para tratarlos. Pero si hay factores externos que influyen en nuestra salud, tanto física como psicológica y espiritual, la buena noticia es que hay algo (y es mucho) que podemos hacer para mejorarla. Así que no se pierdan el episodio tres de esta apasionante serie. No será tan larga como Grace anatomy, pero sí más útil (espero)