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Cubrir para proteger



El hombre primitivo habitaba las cuevas para resguardarse de la lluvia, el frío y los depredadores. Los animales construyen madrigueras y el café crece mejor a la sombra de árboles más altos. Cubrirse es uno de los actos más naturales, y sin embargo, en Huerta San José usábamos pocas cubiertas para nuestros cultivos. Pero hemos ido aprendiendo.


Hay muchas razones por las que puede ser conveniente cubrir las plantas. Nuestro primer experimento derivó de un conflicto bélico que sostuvimos con las aves y las ardillas. Está bien que disfruten de su parte racional de la fruta, pero venían teniendo la mala costumbre de picotear aquí y allá, dejando duraznos, higos y granadas inservibles y sin terminar ninguna. Los “espantapájaros” nunca espantaron a nadie, más allá de algún niño pequeño. Se nos ocurrió entonces proteger los árboles frutales con una red especialmente diseñada para este propósito, y finalmente pudimos disfrutar de cosechas decentes.




Seguíamos sembrando la hortaliza a la intemperie, con lo que todo tipo de depredadores nos la arrebataban impunemente. En algún blog les platiqué que compartimos lechugas y zanahorias con los conejos, conscientes de que somos nosotros quienes llegamos a invadir su espacio. ¡Pero se pasan! Como tantos otros sinvergüenzas, gozaban del producto de nuestro trabajo sin apreciar el esfuerzo y sin siquiera agradecer. Además de estos vertebrados, mosquitas blancas, arañas, caracoles y larvas de mariposa se daban su buen banquete a nuestra costa. En la Huerta hay suficiente espacio y alimento disponible para todos, así que decidimos empezar a demarcar territorios y proteger el nuestro. Aquí les van algunas de las formas como lo hacemos.


El pequeño invernadero de Huerta San José

Tras el experimento de las redes para proteger la fruta, que resultó bastante satisfactorio, lo siguiente fue construir un pequeño invernadero. En países donde el frío es inclemente, estas estructuras suelen ser de vidrio para mantener dentro el calor proporcionado por los escasos rayos de sol y dejar fuera los vientos helados. Precisamente por eso se llaman “invernaderos”, porque su función es permitir el cuidado de las plantas durante el invierno. Pero en estas latitudes el frío no es tan despiadado. Las plagas en cambio sí que lo son. En el invernadero iniciamos la siembra, lo que nos permite tener muchas plantas en un espacio reducido, y ahorrar agua de manera importante. El cultivo en invernadero merece un blog aparte. Aquí sólo lo menciono como una de las formas de proteger los cultivos a base de cubiertas. Pero hay muchas más.


Vamos ahora al suelo. Cuando queremos eliminar las malas hierbas sin alterar la estructura de la tierra, cubrimos el área con plástico negro. Así tenemos, por ejemplo, un área que anteriormente pretendía ser una cancha de usos múltiples. Sobre ella se jugó futbol, badmington, voleiball y otros deportes, pero después el entusiasmo disminuyó, y su uso se fue abandonando, sin dejar por eso de demandar mantenimiento (poda, riego, control de hierbas, relleno de agujeros y túneles de tuzas…) El año pasado sembramos aquí maíz, pero la producción fue muy pobre, pues el suelo estaba duro y el pasto fuerte. El espacio es ideal para el cultivo de hortaliza, por lo que este año decidimos dedicarlo a mejorar el suelo. Lo primero fue “voltearlo”, es decir, levantar el pasto como si fuera alfombra vieja y colocarlo en el mismo sitio, boca abajo. O sea, enterramos el pasto, pues, dejando lo verde debajo y la tierra encima. Si dejáramos eso tal cual, en unas cuantas semanas tendríamos nuevamente una superficie de pasto, pero no es lo que queremos. Al cubrirlo con el plástico negro aumentamos la temperatura del suelo e impedimos que la luz penetre, con lo cual imposibilitamos la fotosíntesis no sólo del pasto, sino de cualquier otra yerba que pretendiera crecer aquí. Esto no elimina la materia orgánica, y en cambio favorece su descomposición, de manera que, pasado el tiempo pertinente, este suelo se habrá convertido en una especie de composta natural. Para favorecer esto agregamos una capa de paja seca, algo de estiércol de gallina (muy poco) y varias lombrices, que ayudan a acelerar la descomposición.


¡Santo Dios, cuánto rollo para explicar por qué cubrimos la cancha con plástico negro! Y eso que les ahorré muchos detalles…


Las camas de cultivo se protegen de varias formas. Cuando están recién formadas y aún no hemos sembrado nada en ellas, las cubrimos con una malla-sombra que tiene varias funciones. En primer lugar, evita que los pájaros picoteen para deglutir las lombrices que nos son tan necesarias para… Bueno, mejor otro día les platico lo importantes que son estos gusanitos. El caso es que las necesitamos ahí, y queremos protegerlas. La malla también evita que semillas de otras plantas caigan directamente en la composta y germinen donde después tendríamos que irlas retirando. Y si a esa composta se le hubieran colado semillas de cultivos anteriores o de plantas del sendero, la falta de luz evitará que germinen, mientras terminan de descomponerse para incorporarse al material orgánico con el que en el futuro alimentaremos nuestros cultivos.


Cuando camas y cajones están recién sembrados, además de las funciones anteriores, la malla-sombra evita que las aves se coman las semillas, además de que disminuye la luz que reciben, con lo cual podemos sembrarlas más superficialmente, acelerando así el crecimiento de tallos una vez que han germinado.



Las plántulas recién nacidas son débiles y necesitan luz y agua, por lo que, una vez que observamos los primeros brotes verdes, sustituimos la malla-sombra, que es negra, por una malla blanca. De esta manera las plantitas realizan la fotosíntesis y reciben el aire y el agua que necesitan, al mismo tiempo que están protegidas de plagas y depredadores.



Conforme las lechugas y las espinacas crecen, necesitan más espacio, pero siguen siendo blanco de caracoles, conejos y otros vegetarianos abusivos. Entonces elevamos la malla con arcos que forman túneles de cultivo. Mientras se trate de hortaliza verde, esto puede continuar hasta el final de la cosecha. El problema se presenta cuando la parte comestible de la planta es un fruto, como el jitomate, la calabaza o la fresa. Porque en este caso necesitamos que los insectos polinizadores fecunden las flores, por lo que tenerlas permanentemente cubiertas nos privaría de sus frutos. Lo que hacemos en este caso es atrapar cuatro o cinco abejas y soltarlas dentro del cultivo. No piensen que las dejamos presas para siempre. Con que se paseen unas horas por ahí, habrán hecho su trabajo y las dejaremos libres para que retornen al panal suficientemente satisfechas y cargadas de néctar para la producción de miel y la alimentación de la reina.


Una ventaja adicional de la malla es que permite el paso del agua, ya sea de lluvia o de riego, y del aire, sin permitir que los vendavales de febrero doblen los tallos de las plantas jóvenes, y sobre todo que el granizo, que suele acompañar a las primeras lluvias, las lastime o las queme.



Un tipo de cubierta muy diferente es la que usamos para proteger el suelo sobre el que crecen los árboles frutales. Tradicionalmente se buscaba mantener los cajetes limpios, libres de hierbas, con la idea de que esto evitará que otras plantas le roben alimento, pero actualmente esta práctica está en desuso. Nosotros cubrimos la tierra con una capa gruesa de composta, y sobre ella agregamos hojas y ramas secas que tienen la función de mantener la temperatura y la humedad del suelo, a la vez que agregan nutrimentos a medida que se degradan, pero como el aire por acá es violento, sobre esta capa de hojarasca formamos una red de ramas secas para evitar que vuelen y se esparzan por todo el terreno. Además de cubrir y proteger el suelo en el que crecen los árboles, les agregan una vista agradable. La estética también importa.


Hay otro tipo de cobertura que se emplea en los países donde el frío es extremo, para mantener la temperatura un poco más cálida sobre el cultivo. Lo llaman fleece, y no encuentro una traducción adecuada para el término. El diccionario me dice que es “lana”, pero por lo general esta capa está hecha de algodón. Su apariencia es la de un molletón delgado, como el que se usa debajo de los manteles para proteger la mesa, solo que éste suele tener una mezcla de polietileno, y el fleece es fibra natural. Tampoco es el fleece con el que se confeccionan las chamarras y chalecos que usamos ahora para calentarnos… No sé, como yo no los requiero, no encuentro la manera de describirlos. Tal vez alguno de nuestros amables y pacientes lectores nos pueda ayudar en este tema.


Hortaliza cubierta con "fleece" para proteger del frío en países nórdicos

Ahora nosotros, estos animales “racionales” que poblamos la Tierra, usamos un aditamento al que no estábamos acostumbrados. Lo llamamos “cubrebocas” (tapabocas, mascarilla…) y lo usamos para lo mismo que la malla de invernadero: para protegernos. A muchos nos choca, nos incomoda, hasta nos causa dermatitis, pero tiene una función, y hemos ido aprendiendo a aceptarlo. Es curioso que estemos tan acostumbrados a cubrir otras partes del cuerpo y éste nos resulte tan extraño. Pero ya se va volviendo parte de nuestro atuendo. No sé si un día la expresión “se le veía la boca” se convertirá en un comentario morboso.








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